En esta etapa de la vida, en la que tantas personas recorremos juntos el camino de entrega a los demás, me ha estado surgiendo una pregunta: "¿Realmente podemos ayudar a alguien?"
No podemos saber lo que es mejor para el otro. Todas las almas somos soberanas y todas decidimos nuestros círculos de aprendizaje aquí en la Tierra. Pretender erradicar la enfermedad y la falta de armonía es como pretender erradicar la salud y la armonía, pues ambas forman parte de la conciencia del ser. Si tanto el estado de salud como el de enfermedad son la manifestación física de nuestra conciencia, y por lo tanto dos polos opuestos de lo mismo, no se puede quitar uno, es como querer que desaparezca el yin o el yang.
Las personas que se sanan, sanan su conciencia, y lo hacen ellas solas. Nosotros podemos colaborar, acompañar y hacer de espejo, podemos estar al lado de aquellos que se acercan a nosotros, entregarnos y acompañarlos en su intención de realizar cambios en sus vidas; pero no podemos olvidar que en realidad son ellos los que han decidido en ese momento salir de ese círculo de aprendizaje, porque realmente quieren ayudarse a sí mismos. Ayudamos porque cooperamos todos juntos en esa tarea, de común acuerdo.
Si algo he podido comprobar en estos tiempos es que cada una de las personas que han sanado su enfermedad, ésta sanación ha sido precedida por un cambio de conciencia, el cual ha sido única y exclusivamente responsabilidad y logro de la persona implicada. Dicho cambio ha venido dado desde la aceptación y el amor hacia uno mismo.
Es por ello, que a todas aquellas personas a las que he acompañado durante todos estos meses, os doy las gracias por haberme dado la maravillosa oportunidad de estar cerca, de verme en cada uno de vuestros rostros, y en cada una de vuestras vidas.
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