Nuestro mundo interior, nuestro estado de conciencia, nuestra manera de interpretar el mundo, se materializa en lo que consideramos el mundo exterior, pero no hay tal separación, es lo mismo. La única diferencia que existe es la forma que presentan. El mundo exterior es la manifestación de nuestra visión.
Cuando nos encontramos con dificultades y sólo miramos lo de ahí afuera, nos solemos preguntar ¿por qué a mí? Y en ese momento es muy interesante hacerse otra pregunta que nos conecta con el propósito: ¿Para qué?
La clave está en revisar esa visión que tenemos y la interpretación de la vida, porque cuando cambia nuestra manera de interpretar el mundo, este cambia de forma. No hay un movimiento interior que no tenga su repercusión en el mundo exterior.
Cuando algo nos moleste, está bien parar y escuchar la vida. No nos queremos creer que lo que vemos en el exterior tan molesto, es reflejo de una parte de nosotros que tenemos en la sombra.
Cuando hacemos lo que llamo "terapia del espejo", nos damos cuenta de aquello que no queremos ver en nosotros. Ese es un primer paso.
La resistencia a aceptar lo que no nos gusta es lo que nos puede llegar a enfermar, lo que nos desanima, lo que nos mantiene en un estado de insatisfacción permanente. El mayor de los esfuerzos es permitir; eso es un acto de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario